Guns N Roses

martes, 1 de diciembre de 2009

Las manos.

Estaba sentada en el pasto con los ojos cerrados, sintiendo el viento rozándome la cara. No escuchaba, no hablaba; por un momento, me había propuesto hacer caso omiso a mis sentidos. Escuché voces, sonidos distantes, pero no me levanté. Imaginé que alguno de mis amigos me había ido a buscar y me gritaba. Pero no, seguro que solo era mi imaginación. Suspiré. Sin abrir los ojos, sentí que una mano intentaba llamar mi atención, intentando tirar de mi para que me levantase. No le hice caso. Hice un gesto negativo con la cabeza. La mano se fue y sentí unas nuevas, después otras, y otras... pero yo no obedecía. Quería seguir tranquila en aquél mundo distante en mi propia cabeza, separarme de todo lo que me rodeaba. Se sentía tan bien...
Y entonces sentí un roce en mi mano que me gustó. Un roce al que ya estaba acostumbrada y, aun sabiendo que estaba rompiendo una promesa conmigo misma, esta vez me puse de pie tal y como aquél roce quiso. No abrí los ojos. Sabía de quién eran esas manos, sabía que cuando abriera los ojos encontraría su típica sonrisa, esa que ya me conocía de memoria y que me haría sentir a salvo, aunque sea por el tiempo en el que esa mirada sostuviera la mía. Esas manos no me soltaron, sino que una de ellas agarró una de las mías con más fuerza, haciéndome saber que seguía a mi lado. Sonreí. Ese momento no era en mi mundo distante, en aquél mundo perfecto que solía inventar en mi cabeza, pero se parecía bastante.

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