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Oscuridad.
Y el dolor dominó cada célula de su cuerpo. Quiso gritar, pero no había a quien pedir ayuda, nadie lo escuchaba desde aquél pozo profundo en el que se encontraba. Se sintió aturdido, desarmado, VACÍO. Pero lo peor de todo era que él sabía muy bien que ese dolor no terminaría nunca, porque él no podía (¿o no quería?) cambiar la situación. Por seguir algo que lo hacía sentirse feliz, había perdido absolutamente todo lo demás. Y lo seguiría perdiendo, era inevitable. Su mundo se derrumbaba a cada paso que daba. Quiso correr, pero le faltaban las ganas y la energía. Quiso salir a la luz, pero la oscuridad era demasiado grande. Quiso pedir ayuda, que alguien viniera a rescatarlo, pero no había a quién pedirla. Quiso ser pequeño, tener cinco años para poder pedir a gritos que alguien mayor viniera a abrazarlo, cuidarlo y hacerle sentir que todo estaría bien.
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