Caminábamos uno al lado del otro en silencio. Sabía que tenía que decírselo, callarlo en mi interior no hacía más que molestarme. Un sentimiento tan lindo debía ser expresado. Me armé de valor y lo abracé. Lo abracé con fuerzas, y murmuré, llena de verguenza, "te quiero mucho". Esperé que me abrazara él también y que responda a mis palabras, pero él no hiso ninguna de las dos cosas. Se quedó en silencio, mirándome sin ninguna expresión en la cara. Sin saber muy bien qué hacer, me dí vuelta y dice en voz baja "chau", aunque ahora que lo pienso creo que ni siquiera pude formular bien esa simple palabra.
Empecé a caminar, dejándolo donde estaba, sintiéndome completamente aturdida. Fue recién cuando me toqué el rostro para acomodarme el pelo que tenía en la cara a causa del viento que noté que caían lágrimas. Lágrimas abrazadoras rodaban por mi mejilla, y por más que yo quería contenerlas no podía evitarlas. Era una suerte que él no me hubiera visto, ¡era tan patético mi llanto!
Recuerdos de Kenia.
Hace 3 años
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