Y desde ese momento, quedó detenida en el tiempo. Como si a pesar de que no podía evitar que su corazón siguiese latiendo, su reloj se había detenido. Yo la veía caminar tristemente hacia ningún lugar, buscando sin saber qué buscaba, sintiéndose perdida. Y me daba mucha impotencia no poder hacer nada, porque no había una manera de regresarla a donde pertenecía, a aquél tiempo y lugar donde había sido tan feliz.
Lo habíamos intentado todo, pero ella insistía en preguntar por él. Insistía en querer saber, algún día, si alguna vez él la había querido aunque fuese un poquito de lo que ella lo había querido a él. Insistía en seguir derramando lágrimas por él, aunque él ya se había olvidado de su existencia, aunque sabía y veía lo que feliz que era él con su nueva feliz.
Y yo tenía que aguantarme el dolor de verla a ella con su extraña mueca llena de agonía cada vez que los veía pasar tan felices. Era asombrosamente doloroso ver el rostro de esa chica ya sin sueños, que ya no buscaba nada porque lo había perdido todo. Lo había perdido todo por decir la verdad, por admitir cuánto lo había querido, por haberle brindado sin pensarlo dos veces su frágil corazón.
Recuerdos de Kenia.
Hace 3 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario